lunes, 29 de diciembre de 2008

Tardes largas

Tiempos muertos. Tardes interminables. Los momentos no terminan de acabar, y las horas se quejan al pasar.
El tiempo que pasa en las tardes inacabables no es perdido, simplemente es tiempo empleado en que el tiempo pase. Mirar el reloj en busca de un catalizador inexistente que consiga multiplicar la velocidad del tiempo, que retrase el aburrimiento e impida la llegada del amodorramiento.

Me tumbo en la cama con la mirada perdida en la esquina superior derecha de la habitación, esa en la que las humedades del vecino de encima han hecho estragos en el papel pintado, ese que lleva unos cuantos lustros dándole lustro a una habitación que lleva cientos de momentos inacabables sin ser ocupada.
El papel pintado cada vez se va haciendo más borroso, y nos acordamos de las últimas frases de Oscar Wilde en aquel hotel de París, en la Rive Gauche, cuando en aquella cama, la que fue su lecho de muerte, se preguntaba si era él quien se iba o el papel pintado.

Catalizador catalizador, te acabo de encontrar, qué mejor manera de hacer el tiempo pasar que dando una cabezadita.

¡CATALIZADOR! Me has dado un tema inútil, para una entrada estéril

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